El tema de la problemática de los valores en la sociedad ha sido y siempre será combatido y criticado. Hasta ahora, nadie ha dado con la formula correcta, y sinceramente, no creo que se haga. Algunos, lo vemos de otro modo. Quizás no hay que intentar combatir ese veneno desde afuera hacia dentro, es decir, desde instituciones legales, alternativas sociales, etc. Sino a través de una invitación a los protagonistas a hacer consciencia de sí mismos en primer lugar. Y eso se inicia desde la infancia.
Lamentablemente la mayoría de las cosas que hacen las personas no las hacen conscientemente sino por obligación, y de ahí radica el problema de la actitud. Con la inteligencia y competencia que tenemos cuando actuamos por obligación nos volvemos destructivos, pero si te volvieras naturalmente consciente llegarías a la conclusión de que muchas de tus actuaciones actuales son innecesarias.
Todos sabemos lo que necesita el mundo, lo más importante que se necesita en estos días son seres humanos agradables, pero por donde se debería comenzar sino es por nosotros mismos. Convirtiéndonos al menos en personas pacíficas, alegres, amorosas… al menos esto. Ya luego se verá qué hacer con el resto. Porque el mundo, y en concreto la sociedad, tiene un solo problema: el ser humano. Somos la flor de la evolución. En términos de vida, desde los microbios, hasta las formas más complejas de vida, el ser humano está en lo más alto del mundo, pero a pesar de eso, las personas no viven su vida como si estuvieran en la cima del mundo. Comparados con cualquier otra criatura están en el nivel más bajo de él. El ser humano es miserables si no tiene comida, y si le das comida aumentas más su miseria, simplemente porque la naturaleza ha definido la forma de ser de todas las demás especies. La naturaleza ha definido como debe ser un saltamontes, un gusano, una cabra, les ha condicionado al manos un 90% de sus vidas. Un animal tal vez tenga solo un 10% de libertad para auto determinarse. Todo lo contrario con el ser humano. Este viene mayormente sin forma, solo es 10% es fijo, el 90% queda a su albedrio y por eso es que sufren las personas. Los seres humanos no sufren su esclavitud, sufren su libertad; y justo por esta libertad, la gente ha renunciado a ser amable. En vez de eso se han complacido con el “otro sitio”, arriba en el cielo quizás, donde la amabilidad te sale de por sí. Que hay un cielo donde todo será bueno: Las personas, las circunstancias, paz, alegría, amor etc. que todo sucederá, pero allá arriba. Y es por eso que muchos han renunciado a lo que podría ser agradable aquí. Pero incluso si trasladas lo maravilloso del ser humano a otro lugar, ese otro lugar no se volverá mejor. Tenemos que entender que cualquier cualidad que le atribuyas a Dios y cualquier otra cosa que hayas imaginado en tu mente, son todas cualidades que hacen al ser humano vivir una vida sensata en este planeta. Entonces todo el mundo sabe que tiene que ser amable, incluso sin poner a Dios en la ecuación.
No es una idea ni una filosofía, es unanhelo. La vida es el anhelo de experimentar la vida plenamente. Y un factor que nos hace no darnos cuenta de esa realidad vital es nuestro propio ego. Imagina encontrarte con un grupo de nueve chicos, y uno de ellos te diga que quiere ganar 10.000 francos, y tú dispones de estos y más, cedes a dárselos. Si por casualidad cedieras a dar a los otros 8 chicos el doble de dinero que al primero la reacción del 99% de personas sería la de reprochar tu decisión de dar a los demás más que a él. Olvidándose de que eso era lo que quería, 10.000 francos eran su ambición. El problema es que algunos no pueden disfrutar de algo si los demás lo tienen. Y eso puede ser una enfermedad: el disfrutar de los fracasos de otros.
Nos han enseñado esto desde muy pequeños: “debes ser el número uno”. Y si soy el número uno entonces, ¿qué deben ser los otros?… Deben estar por debajo de mí. Nos han enseñado que la alegría y la felicidad consisten en disfrutar de los fracasos de los demás, de las incapacidades de otros. Esto no es alegría es una enfermedad. Y si nos deshacemos de esa enfermedad, quizás las cosas irían mejor.
Yo creo que ya es hora de que los ecuatoguineanos nos demos cuenta de nuestro lugar no solo en el mundo, sino en la naturaleza. Quizás el problema de la pérdida de valores radique en ese punto. Dado que muchos de nosotros siquiera nos planteamos las cosas de esa forma, por andar en modo automático todo el tiempo. Hemos creado una sociedad subyugada al ego de sus ciudadanos, pero no es el fin. Ser conscientes de nuestra propia consciencia puede ser el primer paso hcia grades cambios.
AUTOR: Robertino Nsué Mikó.